El 3 de febrero de 1618, mientras Bernardo de Balbuena se encuentra en el Caribe esperando ansiosamente la respuesta del Real Consejo de Indias a su solicitud de ser destacado en una dependencia eclesiástica que le depare mayores beneficios que la paupérrima abadía de Jamaica, en la ciudad de Santiago en los australes Reinos de Chile, el poco conocido capitán criollo Jusepe o Joseph de Villegas completa una información de sus méritos, pero especialmente de los servicios realizados por sus antepasados y de la participación de éstos en las guerras de Arauco. Invocando los servicios marciales de su padre, el capitán Juan de Villegas, de su abuelo Alonso de Reinoso y de sus bisabuelos, el maestre de campo Alonso de Reinoso, el adelantado y caballero de la Orden de Santiago Jerónimo de Alderete y Alonso de Mercado, Jusepe de Villegas solicita que la Corona y el Consejo de Indias le ofrezcan apropiada merced por dichos servicios y le otorguen “una renta y situación de tres mil pesos de oro en el reino del Perú, por la pobreza de este de Chile”, así como la prolongación de la tenencia por tres vidas más del “repartimiento de indios en que subcedí por fin y muerte en el dicho mi padre en la dicha ciudad de Mendoza, provincia de Cuyo” (Medina “Información” 472). Como es usanza en estas relaciones, Villegas ha seleccionado a un grupo de testigos que puedan dar fe de los servicios principalmente marciales, pero también burocráticos, de sus antepasados, y los somete a un cuestionario cuidadosamente diseñado para ensalzar las virtudes de su linaje. Mucho menos habitual en este tipo de documento es que Villegas prepare su cuestionario utilizando y remitiendo a sus testigos a los dos grandes poemas épicos de la conquista del territorio austral del Nuevo Mundo, dando por sentada la veracidad histórica de ambos: La Araucana (1569, 1578, 1589) de Alonso de Ercilla (1533–1594) y el Arauco domado (1592) del licenciado Pedro de Oña (1570–1643). Así, la pregunta tercera del cuestionario sobre la labor de su bisabuelo Jerónimo de Alderete como adelantado de Chile termina indicando que lo dicho es verdadero “según lo refiere don Alonso de Ercilla en La Araucana que compuso, en el canto décimotercio de el dicho libro, a fojas ciento y sesenta y cuatro” (473).