Published online by Cambridge University Press: 11 May 2021
Las sargas y los arambeles con que se solía contentar la nobleza española,
se han convertido en perjudiciales telas ricas de Milán, y Florencia,
y costosísimas tapicerías de Bruselas:
y para piezas en que no se ponen colgaduras
se trahen extraordinarias
pinturas […] otros mil impertinentes adornos
Sancho de Moncada, Restauración política de EspañaEl museo moderno tiene su origen en las colecciones privadas que comienzan a reunirse en la temprana Modernidad como consecuencia de nuevas prácticas de coleccionismo y exhibición en el espacio doméstico. En Europa, la casa aristocrática adquirió desde el Renacimiento una nueva función, no conocida o particularmente no explotada en la Edad Media, porque permitió —en cuartos específicamente asignados a dicho propósito— el encuentro aleatorio de objetos y especímenes provenientes de todo el mundo. Mientras que en la Edad Media los cuartos de la casa cumplían múltiples propósitos, la nueva idea de civilidad en los comienzos de la Modernidad modificó el uso de los cuartos, destinando a cada uno una función particular. Llamado asimismo “gabinete de curiosidades” o “cámara de maravillas”, el museo de la temprana Modernidad fue un lugar destinado con exclusividad a la exhibición de colecciones privadas, que podía ser tan pequeño como un mueble o tan grande como la sala de una casa. Los gabinetes, las bibliotecas y las armerías formaban parte de una misma familia de intentos por acumular y ordenar productos naturales y culturales que satisficieran un nuevo “placer”: el placer de colonizar con la observación, la lectura y el entendimiento el mundo fuera de la casa. Desde 1492, con la llegada de los españoles a América, los límites del mundo antiguo tal y como se conocían hasta el momento se ampliaron, y una nueva sed colonizadora por conocer, coleccionar y mostrar la novedad le imprimió al espacio doméstico, necesariamente, un nuevo carácter. La “curiosidad” fue mucho más que la expresión personal de un individuo por lo desconocido, la maravilla o la admiratio. La curiosidad fue una práctica cultural colectiva que necesitaba espacios (domésticos) de almacenado, exhibición y ostentación para la escenificación del capital cultural adquirido.
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