En toda América Latina, las últimas décadas vieron la consolidación de modelos agrarios asentados sobre la producción de unos pocos commodities de exportación, como la soja, la palma aceitera o la forestación. Grandes empresas, corporaciones y capitales financieros se volcaron a la adquisición de tierras para beneficiarse de los altos precios de las materias primas. La literatura evidenció la masiva transformación en la propiedad y el control de la tierra, y en la producción (Wolford et al. Reference Wolford, White, Scoones, Hall, Edelman and Borras2024). La captura de tierras involucró mecanismos económicos y extra-económicos, y consecuentemente, el desplazamiento y desposesión de pobladores rurales y pequeños productores. Este tema mereció especial atención de la sociología rural latinoamericana, analizando sus impactos negativos sobre estos grupos (McKay et al. Reference McKay, Alonso-Fradejas and Ezquerro-Cañete2022; Cáceres Reference Cáceres2015; Ramírez Reference Ramírez2019a, Reference Ramírez2019b) y las resistencias de comunidades y organizaciones campesinas, en particular las relacionadas con la generación de alternativas productivas como la agroecología (Barri Reference Barri2013; Mançano Fernandes Reference Mançano Fernandes2008; Wahren Reference Wahren2016; Nogueira y Sorrentino Reference Nogueira and Sorrentino2024).
Este artículo retoma la indagación sobre los impactos de la expansión de grandes empresas de commodities en el Alto Paraná, área central de la producción forestal en Argentina.1Footnote 1 Desde fines del siglo XX esta actividad atraviesa importantes transformaciones con la inserción de capitales concentrados que profundizan la integración de las fases primaria e industrial de la cadena productiva, desplazando productores y reorganizando regímenes laborales. El interrogante general que organiza el artículo refiere a las condiciones de reproducción social de trabajadores sin tierra y pequeños productores cuyo acceso a medios de producción es insuficiente, viéndose forzados a buscar asegurar sus medios de vida a través de distintos sitios de la división del trabajo (Bernstein Reference Bernstein2006, 455). Utilizamos la categoría de clases del trabajo (Bernstein Reference Bernstein2007) —antes que la de campesino— para distinguirlas de pequeños productores que pueden sostener —o ampliar— la capacidad productiva de sus explotaciones y satisfacer necesidades vitales. La categoría de clases del trabajo capta el carácter crítico de su reproducción, ligado a la globalización neoliberal.
En base a un estudio de caso empírico en una colonia rural del municipio de Puerto Piray en Misiones, Argentina, analizamos las prácticas y sitios de reproducción social de hogares que disponen de muy poca tierra y otros medios de producción, indagando en las formas que asume el trabajo de sus miembros. Sostendremos que ellas no pueden captarse adecuadamente desde nociones fijas o uniformes como las de trabajo asalariado/auto-empleo, trabajador/campesino, urbano/rural, agrario/no agrario. Argumentaremos que la diversidad de formas de trabajo y de actividades es expresión de la fragmentación que caracteriza a estos hogares en su condición de clases del trabajo.
El caso abordado es particularmente interesante para el objetivo de este artículo. La colonia rural de Piray es una de las tantas que históricamente proveyó mano de obra a la foresto-industria. En las tierras en que esta colonia se asentaba, las familias de trabajadores sembraban maíz, frutales, zapallo, hortalizas. Algunas producían también yerba mate para los molinos yerbateros. Existía una diferenciación social entre pequeños productores con algún grado de orientación comercial y trabajadores asalariados con producción de subsistencia. Los bajos precios de la yerba mate (Ramírez Reference Ramírez2015), y principalmente el aumento de la superficie con pino para exportación desde fines del siglo XX transformaron la dinámica productiva y económica de la región donde se ubica la colonia de Piray (Chifarelli Reference Chifarelli2010; Ramírez Reference Ramírez2019a, Reference Ramírez2019b). La forestación avanzó sobre las tierras ocupadas por pequeños productores y trabajadores, y modificó la demanda laboral en esa actividad. Así, esta población se vio confrontada por una triple presión: sobre sus tierras, sobre su principal cultivo comercial, y sobre su conexión con el empleo asalariado.
Seguidamente, presentamos el encuadre teórico de nuestro análisis y la metodología utilizada. Luego describimos procesos y cambios en la producción forestal en Misiones, para abordar en los dos últimos apartados las condiciones y dinámicas de reproducción en la colonia rural de Piray.
Las clases del trabajo y la crisis de la reproducción social
El creciente poder y control de grandes capitales sobre las principales cadenas productivas de la región transformaron las agriculturas latinoamericanas de maneras complejas, por la escala e intensidad que asumen y los impactos que generan sobre muy diversos actores. Conceptos como el de acumulación por desposesión, en especial en la formulación de D. Harvey, son ampliamente utilizados en la sociología rural latinoamericana para iluminar dinámicas de acumulación que tienen lugar a través de la expropiación, privatización y mercantilización de tierras y bienes comunes de campesinos e indígenas que no estarían plenamente integrados en los mercados y las relaciones capitalistas. No discutiremos aquí la ya debatida conceptualización de Harvey (Hall Reference Hall2013), sino que señalamos una de las implicancias que su uso tiene en análisis concretos: el énfasis en la privatización de tierras y en la destrucción de la vida campesina, que estos sujetos buscan resistir en sus luchas por la tierra.
Nuestro abordaje se diferencia de aquellos que entienden a los campesinos desde una perspectiva chayanoviana, es decir con una racionalidad no plenamente capitalista. Como analizan Jansen et al. (Reference Jansen, Vicol and Nikol2022, 489), una referencia ineludible en esta perspectiva es la obra de J. van der Ploeg, quien discute las posibilidades de recampesinización en conexión con la búsqueda de autonomía, de la mano de la agroecología, los mercados locales, la producción no mercantilizada (o no dependiente de insumos comercializados). El caso empírico que abordamos evidencia algunos de estos elementos, pero, como mostraremos, ello no permite confirmar la existencia de una recampesinización o fortalecimiento de la condición campesina. Antes bien, como analizaremos, lo que observamos son presiones crecientes sobre su reproducción social.
Para desarrollar este argumento, retomamos la conceptualización de clases del trabajo desarrollada por Bernstein (Reference Bernstein2004), entre las que sitúa a la pequeña producción familiar o campesina. Para el autor, ella se ve confrontada por un doble “estrujamiento” (double squeeze): sobre los medios de producción de los que es dueña y sobre el trabajo que emplean para producir. Esa tensión es propia de relaciones y procesos que definen al modo de producción capitalista, y en ella se inscribe la diferenciación social interna de la pequeña producción familiar. Como planteara Murmis (Reference Murmis1994), están en flujo hacia la capitalización o hacia la proletarización. Esta última situación es la de los campesinos pobres, quienes no logran sustentar sus necesidades productivas y vitales (reproducción incompleta), debiendo recurrir a la venta de su fuerza de trabajo. Tal tendencia, sin embargo, ha sido discutida y problematizada: los análisis sobre la multiocupación campesina (Giarracca et al. Reference Giarracca, Aparicio and Gras2001) mostraron que la venta de trabajo puede no ser un indicio de abandono de la producción directa, sino por el contrario, contribuir a su sostenimiento; a la vez puede combinarse con la compra de trabajo en tareas para las que la mano de obra familiar es insuficiente, o incluso con la ampliación/mejora de los medios de producción (Neiman y Craviotti Reference Neiman and Craviotti2005; Gras Reference Gras2005; Murmis Reference Murmis1998).
La noción de clases del trabajo subraya los elementos y procesos que caracterizan la venta de trabajo en la fase actual de la globalización neoliberal. Bernstein (Reference Bernstein2004, 204) señala aquí un punto central para nuestro abordaje: el hecho de que quienes dependen crecientemente de la venta de su fuerza de trabajo no logren vivir como asalariados y cubrir los costos básicos de su supervivencia. En palabras del autor, la globalización representa una nueva fase de centralización, concentración y movilidad del capital, cuyo reverso es una “intensificación de la fragmentación del trabajo”, es decir, una población cada vez mayor que busca su reproducción a través de la combinación de empleos asalariados formales e informales en condiciones cada vez más inseguras y opresivas, y de una variedad de formas de autoempleo igualmente inestables. Es precisamente esta “nueva cuestión del trabajo” sobre la que Bernstein teoriza, la que retenemos como uno de los ejes problemáticos en nuestro abordaje.
Ahora bien, ¿qué especificidad retiene la producción agropecuaria en la reproducción social de estas clases? Tratándose de una agricultura de pequeña escala, la siembra y cosecha de cultivos y la ganadería se destinan a la venta y al consumo doméstico, al igual que la recolección de leña, carbón o la pesca. En muchas áreas rurales de Argentina, como en otras partes del sur global, estas pequeñas unidades tienen un componente relevante de economía de subsistencia, donde relaciones mercantiles y no mercantiles se entrelazan: los ingresos monetarios son crecientemente necesarios para obtener insumos o para construir alguna infraestructura en actividades que se destinan tanto a la venta como al consumo doméstico (Cousins et al. Reference Cousins, Hornby and Mtero2018, 1064). A la vez, el trabajo para terceros resta mano de obra para la propia producción agraria, pero también puede brindar los ingresos para sostenerla. Atendiendo a esta diversidad de situaciones y conexiones con esferas mercantiles y no mercantiles, los autores subrayan la centralidad que tiene la tierra para las clases del trabajo, aún cuando su uso productivo sea marginal. Es decir, la tierra es un componente vital de la reproducción social de las clases del trabajo. Argentina ha sustentado reclamos, como los reconocidos en la ley de reparación histórica de la agricultura familiar, campesina e indígena, o en el diseño de programas sociales de apoyo a la producción de autoconsumo.Footnote 2
Como subraya Bernstein (Reference Bernstein2007), la diversidad de actividades y el autoempleo, característico de la pequeña producción, contribuyen de maneras particulares a la fragmentación de las clases del trabajo. Esta fragmentación refiere, por un lado, a las heterogéneas combinaciones de formas precarias de subsistencia y fuentes de ingresos a las que estas clases acceden. Por otro lado, a las formas de explotación del trabajo y a las desigualdades crecientes que involucran, en las cuales la dimensión de clase se intersecta con las de género y etnicidad (Bernstein Reference Bernstein2006, 455).
Hasta aquí revisamos categorías que conectan la diversificación de medios y formas de subsistencia con dinámicas de fragmentación (estructural) que el concepto de clases del trabajo ilumina, colocando al problema de su reproducción social en el centro de la reflexión. En este punto, nos apoyamos en el aporte de las teorías feministas al análisis de la reproducción social. Las mismas vuelven sobre temas clásicos de esta analítica —las tensiones entre la lógica de reproducción capitalista y la supervivencia material y el bienestar de las personas— para dirigir la atención a las desigualdades y contradicciones de clase, género y raza que moldean la reproducción social y a su vez las refuerzan (Bhattacharya Reference Bhattacharya2017). Si los desarrollos iniciales de las teorías de la reproducción social hacían eje en el trabajo doméstico, esencialmente a cargo de las mujeres, y su carácter no mercantil, hoy, las mismas, van más allá para incluir diversos tipos de trabajos socialmente necesarios para el sostenimiento de la vida, tanto remunerados como no remunerados, individuales como colectivos, materiales como no materiales (Carrasco Bengoa Reference Carrasco Bengoa2017; Ferguson Reference Ferguson2020; Bunce et al. Reference Bunce, Hornby and Cousins2024). Esos diversos tipos de trabajo ocurren en condiciones crecientes de despojo y precariedad para el conjunto de las clases del trabajo, y se diferencian “en y a través de [las] relaciones racializadas, sexualizadas y de género” (Ferguson Reference Ferguson2020, 33).
No es nuestro objetivo restituir la trayectoria de los debates del campo feminista ni contribuir a ellos. Antes bien, nuestro análisis se apoya en algunas de sus conceptualizaciones para atender a las desigualdades de género implicadas en la búsqueda para asegurar los medios de vida. Dichos aportes refieren en primer lugar a lo que podríamos plantear como un continuo entre el trabajo productivo y reproductivo. Un aporte pionero en esa línea son los trabajos de Carmen D. Deere que cuestionaron la insuficiencia de modelos duales basados en la oposición entre actividades productivas y reproductivas. Deere (Reference Deere1995) mostró que una variedad de trabajos usualmente considerados no productivos —en tanto que su producto no se destina al mercado o no percibe un salario— permiten la reproducción diaria de la fuerza de trabajo, tanto la empleada en la propia tierra como la vendida a terceros. Entre esos trabajos domésticos, Deere incluía actividades como cocinar, lavar o limpiar, ocuparse de los cultivos para el propio consumo o para el de animales que luego se comercializaban. Más recientemente, O’Laughlin (Reference O’Laughlin2022) sostiene que la persistencia de la distinción entre el trabajo productivo y reproductivo se debe a la influencia de miradas propias de las economías del norte global y las ciudades, que en gran medida asumen que la reproducción social se realiza en la esfera privada (el hogar) por oposición a una esfera pública (el mercado). Para esta y otras autoras (Rao Reference Rao2021; Farah Reference Farah2004), esta separación de esferas oblitera las interdependencias entre actividades productivas y reproductivas, remuneradas y no remuneradas. En la actividad agraria y en áreas rurales, su distinción material es borrosa. O’Laughlin (Reference O’Laughlin2022) señala que las fronteras entre ellas se superponen y cambian en el tiempo, de modo que un mismo comportamiento o ámbito puede ser alternativamente considerado productivo, reproductivo o ambos.
En segundo lugar, y en relación con lo anterior, no asumimos la identidad entre trabajo doméstico y la esfera de la reproducción social, o entre esta y el trabajo no remunerado. Como subraya Fraser (Reference Fraser2016), la medida en que la reproducción social ocurre por fuera de relaciones (directas) de mercado está moldeada por la dinámica capitalista; es históricamente diferenciada y contingente. En ese marco, un aporte central de las teorías de la reproducción social es destacar tanto el carácter flexible, poroso y fragmentado de las relaciones de clase y trabajo que en forma creciente erosionan la reproducción social en los mundos rurales del sur global, como sus expresiones generizadas y sexualizadas (Fernandez Reference Fernandez2017; Mezzadri et al. Reference Mezzadri, Stevano, Ossome and Bargawi2024; Barbosa Cavalcanti et al. Reference Barbosa Cavalcanti, Becker and de Almeida Silva2021).
Materiales y métodos
Este artículo es resultado de un estudio realizado en una colonia rural de Piray (ver Figura 1) . El mismo es un componente de una investigación más amplia que lleva adelante una de las autoras desde 2017, sobre la expansión y reconversión de la cadena forestal en el Alto Paraná misionero desde la última década del siglo XX.

Figura 1. Ubicación geográfica de Puerto Piray y la colonia rural estudiada. Elaboración propia en base a Dirección General de Catastro, Misiones
El análisis se basa en la información proveniente de una encuesta a hogares relevada entre julio y septiembre de 2023. La misma tuvo por objeto identificar la asignación de la fuerza de trabajo familiar a actividades prediales y extra-prediales, la condición de ocupación en cada caso, y las fuentes de ingresos de los hogares. A partir de una etnografía realizada anteriormente, se estimó un total de 300 hogares en la colonia, número sobre el cual se construyó una muestra aleatoria simple. La misma quedó conformada por 68 casos, cubriendo un 23 por ciento de los hogares de la colonia. Para la construcción de la muestra no se pudo disponer de información censal desagregada a nivel de radio censal.Footnote 3 Según los datos publicados del último censo de 2022 en el municipio de Piray residen 9.545 personas en 3.636 hogares.
La encuesta tomó como período de referencia los doce meses anteriores al relevamiento. Fue respondida por el jefe o jefa del hogar. El cuestionario indagó, en primer lugar, sobre la estructura de los hogares y las características demográficas de sus integrantes. En segundo lugar, relevó información sobre la superficie que disponen los hogares, la forma de tenencia y el tipo de actividad productiva realizada. El cuestionario preguntó sobre los cultivos realizados (tipo y extensión dedicada) y las existencias de ganado mayor y menor, la cantidad de miembros del hogar que se ocupan de estas actividades, la infraestructura y medios de producción con que cuentan, la contratación de mano de obra externa y de servicios, los insumos utilizados y formas de obtención, y el destino de la producción (venta y/o autoconsumo). Se registraron otras actividades comerciales desarrolladas por los hogares (elaboración de comidas, artesanías, etc.) y la cantidad de integrantes que las realizan. En tercer lugar, el cuestionario indagó sobre la venta de trabajo por parte de miembros del hogar, las características de esas ocupaciones (sector de actividad, estabilidad y condición de ocupación). Por último, se relevó información relativa a la percepción de asignaciones sociales (jubilaciones, pensiones, transferencias directas) y remesas. La información fue consistida y procesada mediante el programa estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences). Se elaboraron una serie de variables complejas para clasificar tipos de hogares y las múltiples fuentes de sustento de las que dependen las clases del trabajo. El análisis de las variables vinculadas al trabajo tuvo en cuenta los siguientes pares analíticos que proponen Rao et al. (Reference Rao, Ramnarain, Naidu, Uppal and Mukherjee2024): remunerado/no remunerado; productivo/reproductivo.
Los datos de la encuesta fueron complementados con material cualitativo proveniente de entrevistas en profundidad realizadas a diez familias de la colonia entre 2021 y 2023. Las mismas involucraron al jefe/jefa del hogar a lo largo de más de una visita. Se concentraron en temas como el acceso a la tierra y medios de producción, los factores que lo favorecen o limitan, las relaciones establecidas con distintos actores —estatales y organizaciones no gubernamentales—, así como entre vecinos y familiares en la búsqueda de medios de vida, el rol de su organización cooperativa (Productores Independientes de Piray, o PIP) y su participación en la misma. Las entrevistas también prestaron atención al trabajo cotidiano de las mujeres (esposas o jefas, según el caso), lo que permitió contar con narrativas y descripciones detalladas de sus rutinas y responsabilidades a lo largo de un día.Footnote 4
Producción forestal en el Alto Paraná misionero
En el Alto Paraná misionero se extiende la selva misionera, una de las de mayor biodiversidad de la Argentina. Hacia fines del siglo XIX, su explotación originó un frente extractivo para la producción de madera. Obrajes y aserraderos de pequeña escala, y una política de poblamiento y colonización favorecieron el asentamiento de trabajadores y el desarrollo de la agricultura. A mediados del siglo XX, el Estado impulsó la consolidación de la industria forestal mediante políticas de créditos fiscales. Los antiguos obrajes fueron desapareciendo ante la degradación del monte nativo (Kraustofl Reference Kraustofl1991), y se instalaron establecimientos industriales, multiplicándose las plantaciones con fines industriales (madera, celulosa y otros derivados).Footnote 5
La inauguración de la empresa Celulosa Argentina en Puerto Piray, en 1956, constituyó un hito en el desarrollo de la foresto-industria en Misiones (Ramírez Reference Ramírez2017, Reference Ramírez2019a, Reference Ramírez2019b). Trabajadores y colonos, población criolla y de origen migrante, encontraron oportunidades de empleo en Celulosa, en las actividades fabriles, el desmonte y las plantaciones.Footnote 6 Nuevas colonias se constituyeron alrededor de ellas, donde además de asalariados de la empresa, se radicaron familias que se dedicaban a la extracción de resina. En general, esta población sembraba cultivos para autoconsumo en las pequeñas parcelas donde residían, vendiendo eventuales excedentes.
El modelo de industrialización sustitutiva entró en declive en la década de 1980, con la reestructuración que siguió a la crisis de la deuda externa latinoamericana en 1982. En Argentina, dicha crisis sentó las bases del giro neoliberal que se profundizaría en la década de 1990 con las reformas de Estado y la apertura externa. El fin de créditos subsidiados (Gómez Lende Reference Gómez Lende2016) tuvo particular impacto en la foresto-industria: Celulosa Argentina entró en quiebra, iniciando una ola de despedidos que fue engrosándose hasta su cierre definitivo en 2014 (Ramírez Reference Ramírez2019a, Reference Ramírez2019b). En 1996 desembarcó en Misiones ARAUCO, la transnacional de origen chileno, que en pocos años pasó a dominar la actividad forestal en el país. A través de la compra de las tierras de Celulosa Argentina y la adquisición de otras, llegó a ser propietaria de alrededor de 230.000 hectáreas en el Alto Paraná misionero, lo que representa más del 60 por ciento de la superficie total del municipio de Piray.Footnote 7 Al amparo de políticas nacionales de estímulo a las inversiones forestales, en Misiones, el área forestal pasó de 257.635 hectáreas en 1988 a 371.928 en 2002.Footnote 8 Este crecimiento se concentró en las explotaciones de más de cinco mil hectáreas, desplazando bosques naturales, yerbales degradados y unidades forestales de hasta cien hectáreas (Slutzky Reference Slutzky2012; Chifarelli Reference Chifarelli2010). El último censo de 2018 registró un descenso de la superficie con bosques implantados (296.492 hectáreas), que en parte podría deberse a problemas de cobertura que tuvo el relevamiento (Chifarelli et al. Reference Chifarelli, Descalzi, Ramisch and von Below2021). Cifras de organizaciones empresariales coinciden en señalar, en todo caso, una estabilización en torno de las 370.000 hectáreas; diversas fuentes (documentos gubernamentales, cámara forestal de la Misiones) permiten estimar que lejos de ceder, la concentración se profundizó en este siglo.
La expansión de grandes escalas fue acompañada de transformaciones en la organización de la cadena productiva. En primer lugar, se advierte un aumento del control directo de la materia prima por parte los actores ubicados en el eslabón industrial. ARAUCO es el ejemplo paradigmático de este tipo de situación. En segundo lugar, se incorporaron nuevas tecnologías en la fase primaria, reduciendo los requerimientos totales de trabajo. Según la información recogida en el trabajo de campo, el uso de tijeras electrónicas y equipos de fumigación y fertilización reemplazó el trabajo manual en tareas como poda y limpieza, resultando adicionalmente en una mayor estacionalidad de la demanda de trabajo. El cambio más significativo fue la introducción de la cosechadora mecánica, la harvester, en reemplazo de la motosierra. Se estima que una harvester corta más de 200 metros cúbicos de troncos por jornada, mientras que un operario con motosierra corta en el mismo tiempo alrededor de veinte, tan solo el 10 por ciento. Exmotosierristas de Puerto Piray entrevistados, afirmaron que la harvester realiza el trabajo que antes demandaba unas ochenta personas.Footnote 9
Estas transformaciones reflejan un giro mayor en términos de la lógica de expansión capitalista en el agro latinoamericano. La forestación es un ejemplo claro del pasaje de una actividad con integración entre el sector primario y un sector industrial diversificado, orientado al mercado interno, a una actividad exportadora articulada a las necesidades de abastecimiento globales de corporaciones como ARAUCO. Aquí, es importante destacar las implicancias de este pasaje en términos de los regímenes laborales asociados: un rasgo a subrayar es la expulsión de trabajadores de las plantaciones; otro, la tercerización de labores. Los contratistas en quienes las empresas tercerizan diversas labores suelen tener pocos trabajadores permanentes (Ramírez Reference Ramírez2019b), y una dotación mayor de transitorios o eventuales, escasamente sindicalizados y sujetos a una mayor explotación. Estadísticas provinciales muestran que entre 2011 y 2019 la cantidad de puestos de trabajo formales en la foresto-industria tuvo un retroceso de casi 18 por ciento (IPEC 2020).
A su vez, desde 2014, el empleo registrado en la provincia evidencia un estancamiento (con una baja pronunciada entre 2015 y 2022, recuperándose luego apenas por encima del valor de 2014). En el sector agropecuario se mantuvo prácticamente estable en ese período, representando 9.5 por ciento del total de trabajadores registrados en agosto de 2023, al igual que el empleo en la industria maderera, la de mayor presencia en el Alto Paraná misionero, que en 2023 explica apenas el 5.2 por ciento.Footnote 10 Si bien estos datos reflejan limitadamente la realidad de la fuerza de trabajo —no captan el empleo informal— son elocuentes de las escasas posibilidades de empleo asalariado formal en la provincia.
Tierra, trabajo y reproducción en Piray
La colonia estudiada está compuesta de unos 300 hogares, de los cuales la encuesta relevó información sobre 68. En ellos que reside un total de 250 personas (45.2 por ciento de sexo femenino y 54.8 por ciento masculino). Se trata de una población relativamente joven (la mediana de edad es de veinticuatro años), como se observa en la Tabla 1.
Tabla 1. Población por estratos de edad

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
El tamaño medio de los hogares es de 3.86, predominando los integrados por núcleo conyugal e hijos que alcanzan al 57.4 por ciento (Tabla 2). Le siguen en importancia las parejas sin hijos (usualmente personas mayores), y los hogares a cargo de mujeres solas con hijos. Encontramos hogares unipersonales, que se corresponden con personas mayores de 65 años, y hogares con jefes varones solos que viven con hijos adultos. Los hogares con núcleo conyugal con hijos y los monoparentales femeninos tienen un promedio de hijos similar (2.15 y 2.4, respectivamente). En estos dos tipos de hogar residen mayormente la población menor de catorce años (59 por ciento y 40 por ciento, respectivamente).
Tabla 2. Tipos de hogar

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
*Hogares conformados por personas con o sin lazos de parentesco.
Las familias viven en tierras mayoritariamente fiscales, situación vinculada con la falta de políticas efectivas de regularización de tierras en más de dos décadas. El 53 por ciento dispone de una hectárea o menos, y solo un 9 por ciento de cinco o más hectáreas (Tabla 3). Zapallo, maíz, mandioca, algunos yerbales, y la cría de pollos, conforman el paisaje productivo dominante. Mientras las chacras suelen estar alejadas de las viviendas, las huertas —donde se siembran hortalizas, aromáticas y hay frutales— están próximas a las casas y son atendidas principalmente por las mujeres. Algunas familias crían también algunos cerdos o vacas. La infraestructura existente es escasa: menos del 5 por ciento tiene alambrados, media sombra para las huertas, corrales, potreros o bebederos para los animales. Tampoco es extendida la asistencia técnica, que recibe el 15 por ciento de las familias.
El trabajo en las chacras es realizado casi exclusivamente por los integrantes del hogar (en el 40 por ciento lo hacen dos personas); un 27 por ciento lo combina con la contratación de asalariados transitorios, en general por unos pocos días para tareas de limpieza o preparación del suelo, situación que se corresponde mayormente con hogares monoparentales a cargo de mujeres o de mujeres solas. En el resto, el trabajo es realizado por varones y mujeres, cuando los primeros no están ocupados en trabajos ocasionales fuera de la chacra; las horas que unas y otros le dedican varían en función de esas oportunidades de trabajo externo.
Tabla 3. Unidades productivas según estrato de superficie

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
La producción está destinada principalmente al consumo familiar, y menos de cuatro de cada diez hogares venden parte de la misma (Tabla 4). La producción está limitada por la escasez de medios de producción y el acceso al agua. El riego es limitado (solo disponen de turnos de dos horas diarias), por lo que la disponibilidad de agua depende de las lluvias. Las huertas, al tener poca extensión y estar situadas alrededor de las viviendas se riegan a través de la red domiciliaria. Si se logran buenas producciones, su venta se ve restringida por las dificultades para trasladar la mercadería a pueblos o ciudades cercanos, debido al mal estado de los caminos, la falta de vehículos propios y la precariedad del transporte público. Los precios a los que logran vender la producción suelen ser insuficientes para cubrir gastos, y en general la relación con los compradores es inestable dado el poco volumen y continuidad de la producción. Estos elementos se retroalimentan y condicionan mutuamente, incrementando el carácter de subsistencia de la producción agraria en la colonia.
Tabla 4. Destino de la producción agraria

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
La Tabla 5 muestra la importancia que cobran otras inserciones en la división del trabajo. En esa línea, se observa que en el 44.8 por ciento de los hogares uno de los miembros tiene trabajo asalariado, mientras que el 4.5 por ciento registra dos trabajadores asalariados. La asalarización involucra principalmente a los varones y en menor medida a mujeres. Los primeros trabajan mayormente en sectores como construcción y agricultura, mientras que las segundas lo hacen como empleadas en casas particulares o en servicios (salud, educación). Las condiciones de ocupación se caracterizan no solo por la informalidad (empleos no registrados), sino también por tener lugar por períodos breves. En tal sentido, la conexión de la población de Piray con el mercado de trabajo está crecientemente atravesada por la eventualidad u ocasionalidad. Como muestra la Tabla 5, los hogares unipersonales no registran venta de trabajo, mientras que en los hogares con núcleo conyugal e hijos la misma tiene mayor importancia relativa. Entre los hogares monoparentales femeninos predominan aquellos que no cuentan con miembros asalarizados.
Tabla 5. Tipos de hogar según presencia de trabajo asalariado (%)

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
Si se consideran los ingresos monetarios por la venta de producción y el trabajo para terceros, se observa que ambos se combinan en solo el 16.4 por ciento de los hogares. El dato más destacable en términos de la reproducción social es la existencia de un 28 por ciento de hogares sin ingresos por ninguna de estas formas de trabajo. La Tabla 6, no obstante, no indica inserciones de clase diferentes —unos asalariados y otros pequeños productores. Como se destacó antes, quienes venden su producción lo hacen cuando pueden: no son pequeños productores comerciales. Tampoco son asalariados plenos, ya que mayormente las personas no tienen empleo permanente y crecientemente ni siquiera estacional como sucede en las cosechas manuales, donde la demanda se mantiene año a año, sino por períodos breves, sin que se tenga certidumbre sobre su continuidad.
Tabla 6. Ingresos monetarios de los hogares

Fuente: Encuesta a hogares, 2023.
Aproximadamente un tercio de las familias vende comidas o artesanías elaboradas en la casa, tiene pequeños almacenes o comercios en los hogares; estos ingresos son irregulares e involucran montos bajos. Un hallazgo a destacar es la existencia de un 19 por ciento de hogares sin ingresos monetarios por alguna forma de trabajo, casi dos de cada diez. En ese marco, los ingresos monetarios estables provienen de asignaciones sociales y jubilaciones, que percibe el 94 por ciento de las familias. La más extendida es la Asignación Universal por Hijo (AUH), que perciben mensualmente familias pobres con hijos menores de dieciocho años. A pesar de su indudable importancia, y de acuerdo a los valores de septiembre de 2024, y considerando el promedio de menores de dieciocho años por hogar en la colonia (2,4), la AUH cubre un 17 por ciento de la canasta básica alimentaria estimada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos en estos hogares.Footnote 11
Para las familias que integran la organización cooperativa Productores Independientes de Piray (PIP), esa participación permite acceder a diversos recursos que contribuyen a la producción de las chacras. La conformación de esta organización en 2006 fue central en la lucha de las familias de Piray por el acceso a la tierra ante la expansión de la empresa forestal ARAUCO: en 2013 PIP logró el comodato de 600 hectáreas, concretándose, a la fecha, la entrega de 166. Las mismas combinan el uso individual (una hectárea por cada familia integrante de la organización) y el uso común (diecisiete hectáreas). En estas últimas se desarrolla, entre otras actividades, un vivero de producción de almácigos de hortalizas para su comercialización. El vivero se armó en 2022, con financiamiento otorgado por una ONG, apoyo técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y el trabajo aportado por socios y socias de la organización.Footnote 12 Hasta hoy, los resultados alcanzados han sido escasos, lo que llevó a que muchos dejaran de trabajar en el vivero. Quienes sostienen este emprendimiento son principalmente mujeres, trabajo por el que no perciben pago alguno.
A través de PIP, sus miembros lograron acceder a subsidios productivos (montos pequeños de dinero de apoyo a la producción familiar, otorgados por el Estado nacional), capacitaciones y asistencia técnica. La organización ha facilitado también gestiones ante organismos públicos, como la mejora del acceso a la red domiciliaria de agua, o a programas de educación para adultos y capacitaciones técnicas, actividades en las que las mujeres son las que más se involucran. PIP logró también un subsidio para la compra de un tractor y brinda el servicio de preparación del suelo a sus miembros. En suma, como se analizó en este apartado, los hogares de Piray buscan asegurar su reproducción a través de la combinación de trabajos remunerados y no remunerados, que se despliegan en distintos espacios y sectores. La actividad agropecuaria cumple un rol relevante, principalmente por su aporte a la alimentación cotidiana, lo que evidencia la centralidad de la tierra en su vínculo con la reproducción social. Los datos analizados reflejan las condiciones críticas en que la misma se realiza, dada la informalidad, inestabilidad y precariedad de sus medios de vida. Ello contrasta con las trayectorias preexistentes vinculadas con la actividad forestal, en las que la reproducción social ocurría a través de su lugar en la división del trabajo como asalariados o semiasalariados.
Reproducción social y desigualdades de género en Piray
En esta sección se recuperan los elementos hasta aquí desarrollados para evidenciar cómo la diversidad de trabajos involucrados en la reproducción social se diferencia en y a través de desigualdades de género. La misma encuentra un eje estructurador en la explotación del trabajo de las mujeres; ellas son quienes abarcan el continuo entre el trabajo reproductivo y el productivo. Sobre ellas descansan, en gran medida, el cuidado del hogar; la administración de la economía familiar; la crianza de niños y niñas; la atención de personas dependientes (adultos mayores, personas con discapacidad); la producción en huertas y chacras. Muchas de ellas también trabajan en la elaboración de bienes (panificados, artesanías) y la provisión de servicios (costura, peluquería) para la venta, actividades informales, que no necesariamente realizan con continuidad, y que, al tener lugar en el hogar, no siempre son visualizadas como trabajo ni tampoco como parte de la interacción dinámica entre producción y reproducción en procesos de explotación laboral (Mezzadri Reference Mezzadri2021). También se involucran en el trabajo cotidiano para sostener la organización cooperativa. Estos espacios articulan la circulación de bienes, trabajo, servicios en procura de satisfacer necesidades vitales y descansan en la activa participación de las mujeres.
Uno de los ámbitos donde bienes y trabajo familiar son puestos en circulación, son las ferias de localidades cercanas a la colonia, donde las familias buscan vender lo que producen en sus chacras.Footnote 13 Existen otras ferias de intercambio de semillas, además de las Ferias Francas en los núcleos urbanos de Misiones.Footnote 14 Las mujeres adultas de cada hogar suelen ser las que llevan la producción de las chacras a las ferias (mandioca, choclo, harina de maíz, frutas). Ir a la feria implica preparar lo que van a llevar, armar y desarmar las mesadas en la feria, atender al público y organizar lo que no se vendió para regresar a sus casas. Aún cuando los varones se involucran en las ferias, lo hacen en menor grado y suelen reservarse la decisión sobre la conveniencia de ir o no a tal o cual feria.
La posibilidad de vender sus productos está limitada por la insuficiencia de medios de producción. Como ya mencionamos, los varones venden (o buscan vender) su mano de obra a terceros, pero ello no significa que abandonen totalmente el trabajo en la propia parcela. Supone, sin embargo, que la continuidad de las tareas en la chacra sea sostenida por las mujeres, quienes a su vez deben combinarlas con la producción de las huertas para el autoconsumo, la crianza de niños/as y el cuidado de personas dependientes.
Paula, una habitante de la colonia, emprendió la producción de pollos para la venta. Llegó a tener 400 animales, y pronto encontró dificultades para sostener la producción: para abastecerse del alimento debía viajar semanalmente en el precario transporte público. “Una vez tuve que traer 9 bolsas de comida para los pollos, yo sola. El chofer se enojó y nos prohibió que traigamos tanta mercadería porque justo esos días todos trajeron muchas cosas. Y tiene razón también, encima de que el colectivo es viejo, se rompe a cada rato; además yo tengo problemas en la columna. Todo es difícil y sacrificado para nosotros” (junio de 2023). A ello se sumaron disposiciones de las autoridades sanitarias por un brote de gripe aviar a principios de 2023. Estas se levantaron meses después, pero Paula decidió no seguir adelante con la producción por la dificultad para conciliar ese trabajo y el cuidado de uno de sus hijos, quien por entonces se accidentó y quedó con serias discapacidades. El caso de Paula muestra las múltiples tensiones que enfrentan las mujeres para lograr la remuneración de su trabajo, y cómo los arreglos familiares para resolver nuevas demandas de cuidado precarizan aún más las condiciones de reproducción social de las familias y el trabajo reproductivo no remunerado.
La búsqueda de recursos (insumos, asistencia técnica) para desarrollar la producción mercantil también involucra principalmente a las mujeres: proyectos cooperativos de producción de jengibre y huertas comunitarias son algunas de las iniciativas en las cuales varias de las entrevistadas se implicaron. Enmarcados en políticas públicas insuficientes (sea porque no incluyen el apoyo en mercadeo, o son desfinanciadas periódicamente), estas iniciativas concretas no fueron exitosas. Ello refleja la medida en que la acción del Estado no solo es parcial para estos hogares, sino también, en la práctica, contribuye a la persistencia del trabajo reproductivo no remunerado y claramente generizado.
La casa es también espacio de actividades informales mediante las cuales se busca generar ingresos monetarios. Trabajos domésticos como el tejido, la costura, la pastelería han comenzado a ser desarrollados por las mujeres con ese fin. En la colonia, esto fue estimulado por políticas sociales que las tuvieron como beneficiarias.Footnote 15 A pesar de los ingresos que pueden lograr con la venta de estos bienes y servicios, el hecho de estar vinculados a tareas previamente realizadas como parte del cuidado familiar los invisibilizan frente a los varones, especialmente las parejas de estas mujeres. Así, Vanesa que elabora y vende panificados y tortas de cumpleaños, prepara decoraciones para fiestas, arregla ropa y brinda servicios de peluquería, sigue encargándose de cocinar, limpiar, cuidar de los hijos, la huerta y la chacra. Para Vanesa, el dinero que obtiene por la venta de esos bienes y servicios es poco valorado en comparación con el trabajo de su esposo en la carpintería que está en el fondo de la casa: “El otro día gracias a mí pudimos pagar el cable [de televisión] y el arreglo del auto y ahí se dieron cuenta. Porque si no Antonio me reclama que tengo que quedarme más en casa, pero cuando hubo que poner yo tenía la plata” (14 de marzo de 2023). Como otras mujeres, Vanesa representa a cabalidad la medida en que el valor producido por el trabajo realizado en el interior de la casa —rasgo que comparten muchas otras formas de informalidad del trabajo— requiere ser captado en los análisis sobre reproducción social. Muestra también que las actividades asalariadas o por cuenta propia que realizan los varones también son de bajos ingresos.
El trabajo de los varones fuera del hogar —y/o la unidad productiva— reorganiza permanente el trabajo reproductivo de las mujeres, resultando en una sobrecarga para ellas. Como ya destacamos, el cuidado de hijos/as y personas dependientes se encuentra altamente feminizado. Quienes, por distintos motivos, no pueden llevar adelante esa carga, se enfrentan a la pérdida de recursos (ya escasos) para la reproducción. Paula y también Rosi están en esa situación. La última, de sesenta años, solía concurrir a las ferias para vender la producción de la chacra; la enfermedad de su esposo y los cuidados permanentes que requiere, le impidieron seguir haciéndolo. Hoy cuenta solamente con una pensión como todo recurso para vivir. También el cuidado de la huerta es altamente feminizado: sembrar, regar, fertilizar, cosechar son todas tareas bajo la responsabilidad de las mujeres de la colonia. Las huertas proveen alrededor del 30 por ciento de la alimentación diaria de los hogares, por lo cual son muy relevantes para la reproducción. Esa importancia se acrecienta cuando por altas temperaturas, sequías o exceso de agua, la producción merma.
El siguiente material narrativo da cuenta de cómo las mujeres articulan en su cotidianeidad esos distintos espacios y prácticas de reproducción social:
Una mañana de febrero de 2016 Zulma se levantó temprano para alimentar a los pollitos como todos los días; regó su huerta y viajó nueve kilómetros a la ciudad más cercana para participar de la reunión del programa social del que era beneficiaria. La asunción del nuevo gobierno nacional hacía presuponer cambios que todavía no estaban claros. Zulma se había enterado de esa reunión la noche anterior, lo que alteraba las tareas que la esperaban en su casa y en la chacra, pero temía que no asistir la perjudicara. Tomó el colectivo a las 7 a.m. junto a otras mujeres para llegar temprano, al llegar a la ciudad aguardó más de una hora. La actividad era multitudinaria. Al terminar, Zulma salió disconforme al percibir que las autoridades que convocaron ignoraban datos básicos del programa y no brindaron ninguna información sobre los términos para su continuidad: “Ni ellos saben lo que quieren hacer” repetía enojada. Zulma se dirigió a la terminal para tomar el ómnibus de regreso, pero sin previo aviso el servicio se suspendió. Zulma pensó en ese momento que debía resolver el almuerzo de su familia y corrió al centro para comprar algunas cosas que le permitieran preparar una comida rápida. Con las compras para el almuerzo, Zulma consiguió por fin tomar el colectivo a su casa. El transporte se encontraba saturado y el calor dentro del colectivo era asfixiante. Cuando llegó por fin a su hogar, se dispuso a cocinar con la única ayuda de su hija mayor, su única hija mujer. Mientras su marido, Andrés, estuvo trabajando en su taller de carpintería, almorzó con la familia y tomó un descanso para regresar luego a la carpintería. En la colonia todos saben que Andrés es “trabajador” y Zulma es una mujer “guapa”.
“Guapa” es una categoría nativa para referir a las mujeres que son capaces de afrontar problemas, diligentes y aguerridas, “madrazas”. Estas representaciones subyacen a la feminización de ciertos trabajos, pero lejos de ser meramente simbólicas encuentran su materialidad en una intensificación de la explotación del trabajo de las mujeres (Ferguson Reference Ferguson2020). Como ya se mencionó, las transferencias monetarias desde el Estado constituyen en muchos hogares el único ingreso de los hogares. La más importante por su cobertura es la AUH, que es pagada a las progenitoras, quienes a su vez son las responsables de presentar periódicamente la documentación que el Estado requiere para seguir abonándola (certificados de asistencia escolar y controles médicos). La percepción de estos ingresos es relevante para las economías domésticas y supone una mayor carga de trabajo para las mujeres en lo que tiene que ver con la escolaridad y la atención sanitaria de niños y niñas, y con la gestión de trámites necesarios para mantener la asignación. Con ello se refuerza la concepción maternalista del cuidado, y la mayor concentración de las mujeres en actividades de supervivencia, como también sugieren los análisis de Stevano (Reference Stevano2019). Igualmente, el sostenimiento de la organización cooperativa demanda tiempo y trabajo: buscar información en instituciones públicas y privadas, gestionar subsidios y programas sociales para obtener recursos, administrarlos, asistir a capacitaciones, reunirse en asamblea, tomar decisiones en conjunto, etc. En todas estas instancias, las mujeres se involucran activamente. Ellas son sus líderes y referentes en la colonia. La participación en PIP ha implicado para todas ellas un proceso intenso de formación política, que si bien les da reconocimiento que incluso excede el ámbito local, se suma al conjunto de tareas ya detalladas.Footnote 16
Consideraciones finales
Los procesos de cambio agrario impulsados por el giro neoliberal capitalista afectaron de manera dramática a trabajadores rurales y a pequeños productores familiares. Su conexión con el trabajo asalariado, con la tierra y otros medios de producción se vio debilitada, y con ello su reproducción social al menos en tres niveles: la reproducción cotidiana e intergeneracional de su capacidad de trabajo, la de sus explotaciones y la de sus condiciones de clase. En el caso estudiado, estos tres niveles son relevantes. La reestructuración del complejo forestal desplazó asalariados y presionó sobre las tierras en las cuales, además de residir, producían para su propio consumo, y transformó a los antiguos asalariados en clases de trabajo, esto es, trabajadores informales, cuentapropistas, con tierras y medios de producción insuficientes como para vivir de la agricultura.
En nuestro análisis, encontramos que la crisis de reproducción social a la que estas clases se ven expuestas no ha implicado una recampesinización desde abajo para afrontarla (Shattuck et al. Reference Shattuck, Grajales, Jacobs, Sauer, Galvin and Hall2023). Si bien la tierra es importante para su reproducción, ese rol es cambiante, y puede comprenderse en toda su complejidad en su conexión con las múltiples formas que adquiere su trabajo, en el marco de distintas relaciones fuera/dentro de la unidad doméstica/productiva, asalariadas/por cuenta propia, con el mercado y el Estado, y en distintos sectores y espacios (rural/urbano). Esta fragmentación a través de la división social del trabajo, y la fragilidad y precariedad de condiciones y relaciones que comporta, es uno de los elementos centrales de base de la crisis de reproducción a la que se ven confrontadas las clases del trabajo en la actualidad. Los hogares que relevamos disponen de poca tierra y hasta hace unos años combinaban la producción agraria con el trabajo asalariado de algunos de sus miembros. En esa dirección, observamos la renovada importancia de la tierra para la reproducción social de estos hogares y las complejas formas en que la producción en las parcelas se articula con empleos transitorios, muchas veces informales y ocasionales, así como con actividades por cuenta propia. Observamos también el rol de la explotación del trabajo remunerado y no remunerado de las mujeres en esa articulación.
Las dinámicas de reproducción social aquí analizadas muestran a su vez, que ellas se expresan en y a través de relaciones sexualizadas y de género. La mayor parte de los varones adultos de los hogares estudiados tiene empleos informales, ocasionales y de bajos ingresos; las mujeres, por su parte, trabajan en las chacras y en las huertas, en la venta de lo que producen, en proyectos colectivos que buscan ser mercantiles, en las tareas domésticas, de crianza y de cuidado de personas dependientes. Son también las que buscan y garantizan, en gran medida, la llegada de subsidios estatales a través de la abigarrada y deteriorada red de instituciones y organismos públicos. La desposesión total o parcial de tierras, la reestructuración de mercados de trabajo que demandan menos trabajadores y precarizan condiciones de ocupación, la expansión de la informalidad, y la falta de políticas orientadas a la creación de mercados locales dinámicos, entre otros procesos, tuvieron como correlato la pérdida de medios de reproducción social para las clases del trabajo. Bajo estas condiciones, dependen de la combinación de una multiplicidad de formas de trabajo para afrontar su reproducción social, que se asienta en la explotación del trabajo de las mujeres.
Los procesos analizados en este estudio de caso en Argentina iluminan ámbitos de indagación en torno a los efectos y manifestaciones de la expansión de los grandes proyectos productivos, vinculados a la exportación de commodities, que encontramos a lo largo de toda América Latina (por ejemplo, la producción forestal en Chile y Brasil, la palma en México y Colombia, entre otros). El análisis de esos efectos y manifestaciones sobre las clases del trabajo requiere de estudios circunstanciados, que consideren las distintas realidades nacionales y locales (entre otros aspectos, el rol de los Estados, las tradiciones organizativas y de lucha, los niveles de concentración de tierra y capital, la estructuración de desigualdades a lo largo de ejes de clase, raza, etnia, género, etc.), y, a la vez, de perspectivas comparadas en la región. En esa línea, un tema que se desprende de nuestro análisis refiere a las condiciones y crisis de reproducción social del trabajo —con sus manifestaciones diferenciadas según clase, raza, etnia, género— y su conexión con ciclos y estrategias de acumulación de capital.